lunes, 7 de diciembre de 2015

La condesa de Chinchón, Goya

Goya, La condesa de Chinchón, 1800. Museo Nacional del Prado
Nos encontramos ante el maravilloso retrato de María Teresa de Borbón y Vallabriga, XV condesa de Chinchón y marquesa de Boadilla del Monte. Hija del infante don Luis Antonio de Borbón, hermano de Carlos III quien, por disposición real, prohibió a su hermano vivir en la Corte y a sus hijos emplear el apellido Borbón, negándoles además los derechos sucesorios al trono.

Al suceder Carlos IV a su padre, quiso reunir de nuevo a la familia y concertó el matrimonio de María Teresa, de entonces 16 años de edad, con Manuel Godoy (que aparece retratado en uno de los anillos que la joven lleva en el cuadro). Esta boda resultaba ventajosa para ambas partes: por un lado, Godoy ascendía socialmente al casarse con una Infanta de España, y, por otro, se permitía a la familia de María Teresa volver a la Corte y recuperar tanto el apellido Borbón como el reconocimiento de sus títulos nobiliarios.

María Teresa, embarazada en ese momento de su primera hija, aparece retratada con una sensibilidad extraordinaria. Al que vimos al hablar de Velázquez, Goya, que conocía a la Infanta desde niña y la había pintado con anterioridad, la trata en la pintura con un cariño y una delicadeza que nos muestra la compasión que siente por ella.

Goya, Maria Teresa de Borbón y Vallabriga, (detalle), 1783. National Gallery of Art, Washington
Además de haber sido objeto de un matrimonio concertado, cosa poco extraña para el momento, María Teresa hubo de sufrir desde el principio la infidelidad de su marido quien, además, hacía gala públicamente de sus devaneos con Pepita Tudó. Jovellanos cuenta en sus diarios que Godoy no sólo invitaba a su amante a las recepciones oficiales sino que además le asignaba siempre un puesto en la mesa cerca de su esposa.

Goya, conociendo personalmente a María Teresa, capta con gran sutileza su alma, sus preocupaciones y hace que, como en un acto de pudor, desvíe la mirada del espectador que la contempla. 



Desde el punto de vista técnico, este retrato nos muestra, una vez más, la maestría de Goya. Con muy pocos elementos (una silla y poco más) y sirviéndose de la luz que entra por la izquierda crea un espacio muy acogedor e íntimo en el que destaca la figura de María Teresa. Las calidades del vestido blanco son extraordinarias, creando perfectamente no sólo la sensación de volumen, sino también describiendo a la perfección el vestido de gasa blanca decorada con flores.


Para concluir, y a modo de anécdota, en los estudios radiográficos que se han realizado de la pintura se ha descubierto que, debajo del retrato de María Teresa, se encuentran las figuras de dos retratos masculinos anteriores: uno del marqués de Villafranca, y otro de Manuel Godoy. Esto indica que Goya reutilizó un lienzo en el que había realizado antes estos retratos para, una vez cubierto con una capa de pintura beige, pintar encima el retrato de la condesa de Chinchón.

En la imagen que aparece a continuación, en el lugar donde se encontraría el bajo de la falta de María Teresa se puede apreciar claramente el rostro de dos hombres vistos del revés.


A continuación un detalle en el que se aprecia más claramente los retratos subyacentes:


Almudena Ruiz del Árbol Moro

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