martes, 28 de julio de 2015

Dejarse tocar por el arte

Hoy he quedado a merendar con Anita (una de las coautoras de Sala 12 desde sus inicios) y después de un buen rato de conversación hemos acabado hablando del blog. Por un comentario suyo, me he dado cuenta de que lo que escribí en El segurata del museo, puede ser malinterpretado por no haber sabido expresar bien lo que quería decir.

En ningún momento he querido hacer un juicio de valor sobre una u otra profesión. Lo que quise expresar en esa entrada se puede resumir en 5 palabras: "Dejarse tocar por el arte".

Sé que aquella fue una entrada más personal de lo que acostumbro a escribir y esta vuelve a pecar de lo mismo, pero es algo de lo que quiero hablar.

Como historiadora del arte, con mucha frecuencia me veo en situaciones en las que, de una forma más o menos forzada, me convierto en una guía de arte: la gente te pide que le des datos, fechas, términos artísticos, biografías, explicaciones, análisis hasta el detalle... No voy a quejarme: me encanta hacer visitas y durante un tiempo viví exclusivamente de ello (y de hecho en ocasiones lo hago de forma gratuita en mi tiempo libre). Pero muchas veces echo de menos tener un poco de "intimidad", un tiempo de enfrentarme personalmente a la obra y dialogar con ella, sin textos, sin explicaciones, sin datos ni biografías. Sólo la obra y yo.

Admiro y aliento que la gente procure conocer mas sobre la historia y arte, es más, lo considero fundamental. Pero también creo que, para desarrollar un gusto auténtico por el arte, se debe dedicar tiempo a la contemplación.

Lo que quise expresar en aquella entrada fue mi alegría al encontrarme a alguien que se había dejado tocar por el arte. Y para eso no le hicieron falta ni libros, ni audioguías, ni historiadores: sólo se puso delante de un cuadro y se dejó tocar.


Almudena Ruiz del Árbol Moro

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