sábado, 3 de enero de 2015

Ni eran reyes ni eran tres

Y Baltasar tampoco era negro.

La iconografía de los Reyes Magos, que desde hace varios siglos se encuentra muy definida, es un ejemplo de la riqueza de la iconografía cristiana. Su representación en el arte ha evolucionado muchísimo a lo largo de los siglos y, para tratarse de unos personajes secundarios que apenas aparecen mencionados en los evangelios, tienen una gran carga simbólica dentro de las escenas dedicadas a la Navidad.

El sueño de los Reyes Magos, Capitel de Saint-Lazare, Autun, Francia. Siglo XII

La escena surgió en un principio como un mero símbolo de la adoración debida a Dios por toda la humanidad así como el carácter universal de la salvación que trae el Mesías. Pero, con el paso del tiempo, empezó a tomar un carácter mucho más narrativo.

En los evangelios canónicos, el único que menciona a los magos venidos de Oriente es san Mateo (Mt, 2, 2-12): "Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo" (…) Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra".

Como se ve, en el evangelio sólo se dice que eran magos venidos de Oriente y que ofrecieron al Niño oro, incienso y mirra. ¿De dónde viene entonces todo lo demás?

La mayor parte de los elementos que componen la historia de los Reyes Magos tal y como la conocemos hoy en día procede de los evangelios apócrifos y de diferentes tratados, como La leyenda dorada de Jacobo de la Vorágine. Muchos de ellos incluyen además escenas un tanto extrañas, como la que aparece en el denominado evangelio árabe de la infancia: "Y penetraron en la caverna, donde encontraron a María, a José y al niño envuelto en pañales y recostado en el pesebre. Y, ofreciéndole sus presentes, lo adoraron […]. Y María, agarrando uno de los pañales de Jesús, se lo dio a manera de elogio".

En el pasaje de san Mateo no se especifica cuántos eran, razón por la cual en las primeras representaciones del arte cristiano se muestran 2 o incluso 4, como se puede comprobar en las catacumbas de los santos Pedro y Marcelino y en las de Domitila. Con el tiempo se fijó su número en tres por las ofrendas que portan: oro, incienso y mirra. Además, con este número se quería hacer referencia tanto a la Trinidad, como a las tres edades del hombre, llevando uno de ellos una barba blanca, otro una barba marrón y el tercero imberbe.

Adoración de los Reyes Magos, catacumba de los santos Pedro y Marcelino.
Los nombres son tomados del Evangelio Armeno de la Infancia (siglo IV) donde se les llama con los nombres con los que aún hoy los conocemos: Melchor, Gaspar y Baltasar, como queda reflejado por primera vez en el arte en los mosaicos de Rávena.

San Mateo menciona que son unos magos venidos de Oriente, y en su condición de extranjeros se les representa desde el principio, vestidos con los gorros frigios, que eran propios de los viajeros orientales venidos de Persia. 

Mosaico de la iglesia de San Vital, Rávena.

Durante la Edad Media, cuando la denominación de mago adquiere un matiz peyorativo, se les empieza a representar como reyes, momento en el que sus vestiduras comienzan a enriquecerse y se convierten en una excusa para mostrar la moda del momento, especialmente en las de Baltasar que muestran una profusión de telas y joyas.

Adoración de los Magos, de Rubens (detalle). Museo Nacional del Prado.
La primera fuente que menciona que Baltasar es de raza negra es un documento del siglo VII, en el que se dice que “el tercero, llamado Baltasar, de piel oscura y con toda su barba, testimonió con la ofrenda de la mirra que el hijo del hombre tenía que morir”. Sin embargo, en el arte no aparecerá representado como de raza negra hasta el siglo XIV. Una de las primeras representaciones es el cuadro de Hans Memling que se expone en el Museo del prado.

Adoración de los Magos, de Hans Memling (detalle). Museo Nacional del Prado.
Tras el descubrimiento de América, en algunas representaciones se incluye un indígena americano entre los pajes que acompañan a los reyes, o incluso puede sustituir al rey de raza negra, como en la Epifanía de Vasco Fernandes del Museu de Grão Vasco. 

Epifanía, de vasco Fernandes. Museo de Grao Vasco.
La devoción a los Reyes Magos se extendió por Europa cuando sus reliquias se trasladaron a Colonia. Según narra la historia, santa Elena, madre del emperador Constantino, llevó las reliquias a Constantinopla desde Saba, donde habrían fallecido los Magos. En el siglo V se transportarían a Milán y en 1164 el arzobispo de Colonia, a raíz de la invasión de Milán por Federico Barbarroja, las trasladó a su ciudad y les construyó allí un relicario. Con el tiempo, en España y en otros países de tradición católica, surgió la costumbre de celebrar la festividad de los Reyes Magos el mismo día que se conmemora la Epifanía, el 6 de enero.

Almudena Ruiz del Árbol

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