sábado, 28 de marzo de 2015

Quién pudiera ser un Medici

Hace cosa de un mes, mientras repasaba antes de uno de mis exámenes del máster, escuché en radio clásica la entrevista a una violonchelista. No recuerdo su nombre, pero se me quedó grabada una parte de la conversación en la que comentaba que había podido adquirir un violonchelo antiguo de gran calidad gracias a la ayuda de un matrimonio extranjero que, después de escucharla en un concierto, se habían ofrecido a ser sus mecenas, apoyándola económicamente en todo lo que hiciera falta para su carrera.

Me quedé sorprendida y a la vez impresionada: me encanta que exista todavía por el mundo gente que, al puro estilo renacentista de la familia Medici, apuesta por los músicos y artistas de hoy en día, convirtiéndose en verdaderos mecenas de las artes. Esta chica, española por cierto y jovencísima, que ya figura como una de las grandes figuras de la música, podrá llegar a lo más alto gracias, a parte de su talento y su trabajo, a este matrimonio que decidió apostar por ella.

Rafael. Lorenzo de Medici. 1516-1519
Llevo ya varios años trabajando en el mundo del -por así llamarlo- mecenazgo colectivo, y me da muchísima rabia ver que en España no existe este sentimiento de protección de las artes. Parece que damos por supuesto que es deber exclusivo del Estado cuidar de nuestro patrimonio y que, además, debe ser gratis: ¿pagar por una entrada a un museo? ¿con lo que cuesta? Es cierto que es deber del Estado cuidar del patrimonio, pero es un patrimonio que todos deberíamos sentir como nuestro, y por tanto colaborar, en la medida de nuestras posibilidades, a que se conserve para el futuro (en Sala 12 ya hablé sobre la importancia del patrimonio como parte de la identidad de un país (Is Art Worth a Life?). 

Me da verdadera envidia ver cómo en muchos países surgen iniciativas ciudadanas para evitar que determinadas obras de arte salgan del país (como el caso que ocurrió en Inglaterra de la serie de cuadros de Zurbarán que fueron comprados por el filántropo Jonathan Ruffer). Mientras tanto, en España tenemos verdaderos monumentos al borde la ruina (Lista roja de Hispania Nostra), y se racanea porque la entrada de del Museo del Prado cuesta 14 euros, mientras que la del museo más visitado de Madrid, el Santiago Bernabéu, cuesta 19. Cierto es que la cultura debe ser accesible para todos (y por eso en todos los museos se establecen determinados horarios de gratuidad), pero: ¿de verdad acudiríamos más a los museos si fueran gratis? Siguiendo con el ejemplo del Museo del Prado, en los años 90 estableció la entrada gratuita a sus colecciones para todo el público y en un período de 6 años perdió más de un millón de visitas (enlace a la noticia del ABC del 4 de abril 1993).

Cada uno de nosotros podemos contribuir, en la medida de nuestras posibilidades, a la conservación y promoción de nuestro patrimonio: quizá no podamos promover la carrera de un artista o un músico (o tal vez sí), pero seguro que podemos unirnos a las múltiples iniciativas que han surgido para la conservación y protección del patrimonio. Prácticamente todo museo tiene una asociación de amigos cuya finalidad es apoyar económicamente al museo para que se puedan conservar y difundir sus colecciones (existe incluso la asociación de amigos del río Eo). En todas ellas a cambio de una donación anual -que parten normalmente desde los 25 o 50 euros al año- permiten acceso a las colecciones de forma ilimitada, lo que, además de contribuir al mecenazgo, te permite disfrutar mucho más del museo.

En tus manos está en convertirte en un Medici del siglo XXI.


Almudena Ruiz del Árbol Moro

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